A ellas… que repiquen las campanas,
antes que las sombras se desaten.
Antes que los vientos nos borren:
como al tiempo, como al frágil silencio.
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¡Qué canten y que corran los vinos!
Ya mi voz se ha desatado, y Baco hoy nos bendice.
Las luces relucen sobre nosotros,
Que negras y sucias están ahora.
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Volverán los susurros a pasar
abrazando suavemente la evocación de los diluvios,
de las tormentas del pasado que hincharon con sus fauces
el espíritu danzante de la cavidad del alma.
Cual se daña y motoriza su libertad dentro de un cajón
de dimensiones mínimas.
Sutilmente a la memoria le quebrantan
enormes erupciones en su corteza habitan,
enormes erupciones sobre su esperanza habitan.
Cayendo de cansancio sobre rodillas suspirando,
el último hálito de cordura en sus tenues líneas.
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